Me niego a pagar el precio

 

Me niego a pagar el precio del millón. Hay quien le llamará falta de ambición, hay quien me recomendará trabajarme mis creencias sobre la abundancia y el merecimiento. Si eres de las que hace tiempo que te sientes fracasada porque el digital te ha desgastado económica y personalmente sin el resultado prometido, bienvenida. 

Hace unos años, en un congreso, un ponente preguntó "¿Qué estás dispuesta a poner en la mesa para conseguir tus sueños?". El sueño, era el millón, la riqueza, el éxito en el digital donde podías ir en primera a todas partes e invertir en inmuebles en países extranjeros para ser cada vez más rica. el nirvana era ser tan rica que ya no tuvieras que trabajar porque ganabas decenas de miles de euros con tus inversiones y tus ventas online. 

Ante esa pregunta, contesté "años de mi vida familiar" sin que me temblara la voz, sin pestañear. 100% convencida de que si alguien podía lograrlo, esa era yo. Podía tensar la cuerda unos años con mi pareja, en la relación con mi hijo y mis hijastros. Ellos lo entenderían cuando pudieran tener todas las cosas caras que ahora no podían. Luego me querrían más, por haberme sacrificado así por ellos. Les dejaré un buen modelo que imitar, y con algo de suerte, la vida resuelta para el resto de sus días. NoMarido y yo, ya disfrutaríamos de la vida de jubilados de lujo para compensar estos años que tenía que quemar en el camino. 

Y así lo ejecuté: una carrera desenfrenada hacia el éxito donde  había que invertir para poder recibir, donde el "nada es gratis" me empujaba a invertir enormes cantidades en anuncios, en project managers, en traffickers, en launch managers, en programas para escalar más y más rápido, en mentores... Todo era una espiral de inversión, de scripts de éxito, de recetas que te prometían no fallar, de cursos milagro y de estrategias infalibes, para llegar al "fracaso": era mi tercer año en 200.000€ y no había manera de llegar a los 500.000€ en los que debería estar a esas alturas de 2023.

¿Sabes que era lo peor de esta carrera sin freno? Que al final todo era culta mía: no hacía suficientes reels, no exponía suficiente a mi familiar, no leía el script con naturalidad, no me ponía todo lo guapa que debía para los directos, no escribía un copy desgarrador de emociones, no sabía enganchar en mis secuencias de venta, creaba unas landings reguleras... y cómo no lograba superar la maldita barrrera de los 200K no podía contratar a los mejores de los mejores para que hicieran todo eso bien por mi. 

A finales de 2023 algo hico crack dentro de mi. Me senté con mi números y empecé a tachar cosas del excel: taché el equipo que implementaba proyectos que yo vendía a clientes que no volvía a ver. Borré las líneas de ingresos esperados por lanzamientos y los costes asociados. Eliminé todo el trabajo que no pudiera hacer por mi misma y sus costes asociados. Y entonces vi la realidad: eñ "éxito" bien entendido: podía ganar lo mismo y trabajar un tercio de horas. 

Llevo desde 2014 en el mundillo, tengo una reputación, buenos clientes, tarifas altas, posicionamiento SEO, una red de contactos bien nutrida... Podía vivir la vida HOY y no dentro de 3 años. No tenía que pagar ningún precio adicional. 

No ha sido un camino fácil. He tardado casi un año en desmontar, en reflotar mi economía, en ver los frutos de la terapia (a la que volví en febrero del 24), pero ahora desde este lugar, te puedo asegurar que en mi caso, el precio del millón no vale la pena. Me niego. No estoy dispuesta a pagarlo. Como dicen mis adolescentes: No renta. 

Me niego a volverme a creer esa mentira que nos rodea: esa en la que tú no sabes suficiente, pero los demás sí. El cuento que dice que sin ellos nunca tendrás el éxito verdadero, ese que se cuantifica en el número de ceros de tus lanzamientos.  La historia del sacrificio de tus mejores años para poder tener todo lo que no necesitas y de lo que puedes presumir.  Es el refrán "pan para hoy y hambre para mañana" hecho pesadilla de color de rosa con post monísimos en IG, llenos de gatillos mentales y hooks imparables. Me niego. No soy la caperucita de la inocencia. Soy una mujer madura capaz de mirar al lobro feroz directo a los ojos y decirle: "me niego a pagar tu precio". 

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